EPIFANÍA - ISAÍAS 60, 1-6 / EFESIOS 3, 2-6
José Enrique GalarretaISAÍAS 60, 1-6
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz
la gloria del Señor amanece sobre ti!
...
y caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora. ...
Los capítulos 56 -65 de La profecía de Isaías forman un conjunto muy complejo. Probablemente son una colección de oráculos y sentencias, escritas a la vuelta del Destierro (sobre el año 500 aC.) La situación de Israel es difícil. Han vuelto a la tierra, pero la existencia es penosa. Han reedificado el templo, pero tan modestamente que produce añoranza y desánimo.
En este momento, la fe de Israel se ve sometida a una prueba muy dura, y los ojos de los creyentes se dirigen al futuro. Se hace un acto de fe en el provenir glorioso de Jerusalén, cuando el Señor la restaure definitivamente, en un lenguaje poético maravilloso, lleno de símbolos y metáforas, parecido al anuncio de la Jerusalén Celestial que leemos en el Apocalipsis.
En el texto de hoy predominan las ideas sobre "Jerusalén centro de la peregrinación de todos los pueblos", a donde vuelven sus ojos todas las naciones. Una vez más, Israel muestra que siente cierto sentido de propiedad sobre Dios. Cuando se dice "nuestro Dios" se puede dar un doble significado: que nosotros somos de Dios o que Dios es de nosotros. El mayor ejemplo de todo esto será sin duda el templo nuestro templo, al que tendrán que venir las naciones reconociendo a nuestro Dios.
EFESIOS 3, 2-6
Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio.
Ya conocemos este tratado, de redacción postpaulina fundada en enseñanzas de Pablo. En este pasaje concreto, Pablo proclama su vocación específica como apóstol, lo esencial de su ministerio: él siente que ha sido elegido por Dios para anunciar el Evangelio a los gentiles, a los que no son del pueblo de Israel.
Pablo dice que esto no había sido revelado antes a Israel, sino que es Jesús el que rompe con el pasado y anuncia la salvación a todos los pueblos. Y esto es un vuelco tan enorme que producirá la primera "escisión teológica" en las primeras comunidades, solucionada (a medias) en el Concilio Apostólico de Jerusalén.
José Enrique Galarreta